Un año de Prone to Hyperbole | A Year of Prone to Hyperbole

🎶🎵 Y que cuuuumpla muuuuchos máááás 🎶🎵 | 🎶🎵And many moooooore🎶🎵

Un año de Prone to Hyperbole

🎶🎵 Y que cuuuumpla muuuuchos máááás 🎶🎵

A los lectores:

Esta semana iba a postear un breve ensayo sobre el show de Netflix coreano, Culinary Class Wars. Sin embargo, me di cuenta que hoy, viernes 6 de junio, marca un año desde que comencé Prone to Hyperbole. No soy de celebrar mucho (a la graduación de licenciatura no fui, al resto fui forzada), pero es algo que quiero cambiar.

Comencé este blog al renunciar a una carrera académica, pilar de mi identidad en ese momento. Algo perdida, sin encajar muy bien en el sistema burocrático en el que me ganaba la vida, pensé que quizás este proyecto me permitiría desahogar las cosas que no me atrevía contar en la oficina, de dejar un pequeño archivo del sinfín de ocurrencias que rebotan por la mente. Buscaba también conexión con otros que pensaran similar, y quizás, con un poco de suerte, un nuevo soporte para mi identidad, en ese momento se encontraba un poco floja y bastante fuera de equilibrio.

“¿Qué escribo esta semana?” es una pregunta que desde hace un año me acompaña día y noche. Entre los dos signos de interrogación conviven expectativas, presiones e ilusiones. Gracias a la pregunta, paso mis días observando, buscando, chusmeando donde quizás no debería, haciéndole pasar vergüenza a Gyan. Mi compromiso con este blog hace que dinámicas difíciles se vuelvan interesantes, que eventos cotidianos se conviertan en eventos. Me permite también saber de ustedes, de sus experiencias, de las veces que les pasó algo similar—o todo lo contrario.

Gracias a este anexo mío del internet, he desarrollado el hábito de escribir todos los días. Ciertos días el cuento sale solo, de un tirón, como si yo fuera secretaria del que escribe de verdad. Hay otros donde escribo tres palabras, borro dos, escribo cuatro, borro una, y logro avanzar a paso incremental, tortuoso. Hay semanas en las cuales los relatos salen mal, horribles, ilegibles, y a último momento me toca ingeniármelas con algo imprevisto. A veces el cuento me sorprende al tomar raíz en una idea ofuscada entre mis notas y transformarse en algo inesperado, muy lejos de la idea inicial.

Cuando comencé este blog no me imaginé tantas posibilidades, mucho menos tantos lectores. Gracias por un año de leer estos relatos, de seguirme en descabelladas indagaciones, de apoyarme en salvajes ejercicios de catarsis. Si quieren seguir leyendo, yo prometo seguir escribiendo. Retomo con el próximo post, esta vez sí, sobre los chefs coreanos.

A Year of Prone to Hyperbole

🎶🎵And many moooooore🎶🎵

To the readers:

This week I had planned a short essay about the Korean Netflix show Culinary Class Wars. I then realized that today, Friday, June 6th, marks one year since I started Prone to Hyperbole. I’ve never been great at celebrating (didn’t go to my undergrad graduation, was forced to attend the others), but that’s something I am trying to change.

I started this blog after stepping down from an academic career, which at the time felt like a pilar of my identity. Feeling a bit lost, not quite fitting into the bureaucratic system where I earned my living, I thought this project might let me express the things I didn’t share at the office, as well as leave a small archive of the endless thoughts bouncing around in my head. I was also looking for connection with others with whom I might share similarities, and, with a bit of luck, a new support for my wobbly, off-balance identity.

“What should I write about this week?” is a question that’s accompanied me ever since. It encompasses expectations, pressure, and hope, among other things. Thanks to the question, I spend my days observing, searching, snooping where I probably shouldn’t, embarrassing Gyan. My commitment to this blog turns difficult dynamics into something interesting, turns ordinary moments into events. It also lets me hear from others, their experiences—about the time something similar happened to them, or just the opposite.

Thanks to this annex of the internet, I’ve developed the habit of writing every day. Some days the story flows out, as if I were just the assistant to the real writer. Other days I write three words, delete two, write four, delete one, and make slow, tortuous progress. Some weeks the stories come out badly, terrible, unreadable, no good at all, and I am forced to come up with something new at the last minute. Sometimes the story surprises me, taking root in an idea buried deep in my notes and turning into something unexpected, far from the original idea.

When I started this blog, I couldn’t have imagined so many possibilities—even less so many readers. Thank you for a year of reading these stories, for following me on wild explorations, for supporting my unruly exercises in catharsis. If you’d like to keep reading, I plan to keep writing. I will be back in the next post—this time, for real, about the Korean chefs.