The Politics of Birdwatching | Política y las aves
You can take the girl out of the suburbs but you can't take the intensity out of the girl | Por el canto se conoce el pájaro. La traducción al español sigue el original.
The Politics of Birdwatching
You can take the girl out of the suburbs but you can't take the intensity out of the girl
A couple of years back, my friend Shiloh and her partner moved North, into a rural community. During her time off, Shiloh has taken up fishing, hiking, and birdwatching. She had mentioned this latest hobby over text message, but it was not until I visited in North Bay this past weekend that I understood the scale and scope of the operation.
I must admit that birdwatching is foreign to me —aside from a call from my brother some years back (“Ailén, I followed these people for an hour around High Park, they just follow birds!”) I don’t know much about the activity. In my defence, between the well-fed, personal space-violating pigeons of Yonge Street and the violent swooping of red-winged blackbirds during nesting season, the hobby hardly appeals in an urban context.
On Sunday morning Shiloh and I were sipping out of mugs in her kitchen, the glorious reds, oranges, and yellows of autumn visible through every window of the house. Before she’d had a bite of her toast, I was already pestering her with questions.
“That feeder right there contains safflower, perfect for medium to small birds —including finches, chickadees, and sparrows,” she explained, one hand on her hip, pointing at a multi-feeder contraption on the front lawn.
“The larger birds,” she continued. “They prefer sunflower seeds, that’s your pigeons, blue jays, and cardinals.”
I nodded along, sipping coffee, watching a multitude of birds land and take off from the feeders, reminding me of a bustling airport.
“What else do they eat?”
“Well, the humming birds, they just like sugar water, so that’s a special one just for them,” she points to the top right corner of the feeder. “And then you have suet, which is unanimously loved by birds, a lot of fat mixed in with seeds, great for the winter. I prefer to —HEY!”
I choked on my coffee. A fight had broken out between a blue jay and a chipmunk. The blue jay was viciously pecking at the chipmunk, which had crammed itself into the feeder and could not escape. Shiloh sprung into action, Natto trailing behind her, excited by the sudden movement. I tippy toed to see out the window and found Shiloh throwing some peanuts at the fight, the guilty parties each accepting the offering and leaving the scene.
Shiloh stepped back inside the house.
“Blue jays and chipmunks both love peanuts, sometimes they compete.”
I looked around the house as she took off her shoes, wondering if I’d missed a certificate or degree in ornithology on a wall somewhere.
We moved onto the feeding schedule, her favourite birds to spot (goldfinches, morning gross beaks), her least favourite birds (grackles), and her latest discovery (dark-eyed junco).
“Do lots of people do this?” I asked, now back in the kitchen, pointing a the feeders.
“Oh yeah,” she waved her hand. “There’s a Facebook group and everything. They’re quite helpful when you want to identify a new bird, but none of them are photographers, so you kind of have to decipher blurry pictures.”
“Your neighbours also?”
“Oh…not so much,” her voice dwindled.
“You mean, not anymore!” I heard Eric, her partner, from the other room.
“Eric!” she said, half smirking, half turning pink.
“What did you do?”
“Well the next-door-neighbour did have a feeder outside the house. A multi-feed seed ball. She was being lazy about it, wasn’t taking into consideration the wants and needs of the birds…”
“You stole her birds!” I started to chuckle.
“The lady took her feeder down!” came Eric’s helpful voice from the other room.
“Different factors weren’t being taken into consideration!” she put down her mug to enumerate with the zeal of an immigrant mother who wants her child to play both the piano and the violin: “What shape of feeder do they like? Is there coverage so they don’t get wet? What about other weather conditions?”
I thought about making a joke but then I remembered that sometimes I give Natto puzzles to promote mental agility, and that people in glass houses shouldn’t throw multi-seed suet balls.
Política y las aves
Por el canto se conoce el pájaro
Hace un par de años, mi amiga Shiloh y su novio se mudaron a una comunidad rural en el norte de Ontario. Ahora durante su tiempo libre, Shiloh se dedica a la pesca, el hiking y a observar aves. Algo me había contado ella de este último pasatiempo, pero hasta que la visité en North Bay el fin de semana pasado no entendí bien la magnitud ni el rigor de la operación.
Me toca confesar que eso de observar aves me resulta ajeno. Excepto por por una llamada de mi hermano hace algunos años, ("¡Ailén, lo único que hace esa gente es caminar detrás de pájaros, los seguí por una hora en High Park!"), no sé mucho sobre el tema. Que conste que, entre las palomas bien alimentadas que invaden el espacio personal en Yonge Street y los ataques violentos en picada de los mirlos de alas rojas durante la temporada de anidación, no le veo el encanto al hobby en un contexto urbano.
El domingo por la mañana, Shiloh y yo tomábamos café en la cocina, con los gloriosos rojos, naranjas y amarillos del otoño canadiense visibles por las ventanas. Antes de que ella pudiera morder su tostada, yo ya la estaba bombardeando con preguntas sobre qué comían los pájaros y qué tan seguido hay que alimentarlos.
—En ese comedero pongo cártamo, ideal para pájaros medianos y pequeños, incluyendo jilgueros, carboneros y gorriones —me explicó, una mano en la cadera, señalando un aparato con varios comederos en el jardín delantero.
—Las aves más grandes, como las palomas, los arrendajos azules y los cardenales —continuó— prefieren las semillas de girasol.
Asentí, tomando un sorbo de café y observando la multitud de pájaros que aterrizaban y despegaban de los comederos, un aeropuerto en hora pico.
—¿Qué más comen?
—Bueno, los colibríes solo toman agua con azúcar, así que ese es un comedero especial para ellos —señaló la esquina superior derecha del aparato—. Y después tenés el sebo, que les encanta a todas las aves, es una mezcla de grasa con semillas, buenísima para el invierno. A mí me gusta—¡EH!
Casi me atraganto con el café. Había estallado una pelea entre un arrendajo azul y una ardilla. El arrendajo estaba picoteando furiosamente a la ardilla, que se había metido en el comedero y no podía salir. Shiloh salió disparada, con Natto corriendo detrás de ella, emocionada por la conmoción. Me puse en puntas de pie para ver por la ventana y encontré a Shiloh tirando un par de maníes para calmar la pelea. Los culpables aceptaron la ofrenda y se retiraron.
Shiloh volvió a entrar a la casa.
—A los arrendajos azules y a las ardillas les encantan los maníes, se pelean por ellos.
Observé las paredes de la casa mientras ella se sacaba los zapatos al entrar, preguntándome si acaso no me había perdido algún certificado o título en ornitología colgado.
Pasamos a hablar sobre la rutina de alimentación, sus pájaros favoritos (jilgueros dorados, picogordo vespertino), los que menos le gustan (zanates), y su último descubrimiento (el junco de ojos oscuros).
—¿Mucha gente hace esto? —pregunté, señalando los comederos desde la cocina.
—Sí sí —hizo un gesto con la mano—. Hay un grupo en Facebook y todo. Es bastante útil cuando querés identificar un pájaro nuevo, pero ninguno es fotógrafo, así que tenés que descifrar fotos borrosas.
—¿Y tus vecinos también?
—Eh... no tanto —su voz se fue apagando.
—¡Ya no! —escuché a Eric, su pareja, desde el otro cuarto.
—¡Eric! —dijo ella, medio sonriendo, medio sonrojándose.
—¿Qué hiciste?
—Bueno, la vecina de al lado tenía un comedero al frente de la casa… Bah, un bollo de semillas. Pero eso es de vagos, no tenía en cuenta las necesidades de los pájaros...
—¡Le robaste los pájaros! —empecé a reír.
—¡La señora tuvo que sacar el comedero! —agregó Eric, siempre tan dispuesto a ayudar, desde la otra habitación.
—¡La mujer no estaba teniendo en cuenta los distintos factores! —Shiloh dejó su taza para enumerarlos con el fervor de una madre inmigrante que quiere que su hijo toque tanto el piano como el violín—. ¿Qué forma de comedero prefieren? ¿Hay cobertura para que no se mojen? ¿Y qué de otras condiciones climáticas?
Pensé en hacer un chiste, pero luego recordé que a veces le doy rompecabezas a Natto para asegurar su agilidad mental, y que en la biblia dice que aquel que esté libre de pecado tire el primer bollo de semilla.
I grew up with two rapid birdwatchers as parents. We'd go on holiday trips and the drive would double in length sometimes because they would stop next to the highway to identify a hawk or kite or falcon sitting on a wire somewhere next to the road. Now, at my mothers house, she has just as intricate a setup as your friend outside her bedroom window. It's a whole contraption with different holes for different birds. I do not understand any of it.
Cada loco con su tema! Definitivamente 😜